El pasado viernes disfrutamos en el Teatro Joventut de L’Hospitalet de
Almudena Grandes. Quien la haya leído, poco le puedo añadir. Quien haya leído
“El Corazón helado” menos. Quien no lo haya hecho, que lo haga. Me veo incapaz
de describir las múltiples sensaciones que me ha generado su lectura.
Fue más de una hora y media escuchando a una mujer que, a pesar de tener
una imagen de dureza, transmitía esa
sensibilidad y sabiduría que traspira cada uno de sus libros.
No soy crítica literaria, así que mis percepciones son personales.
Mientras la escuchaba y la miraba –mueve sus manos de forma constante-, me
daba la sensación que la reconocía. Que había compartido con ella algun momento.
Esas cosas pasan cuando conoces a alguien. Parece que la conoces de toda la
vida. Con Grandes me pasó lo mismo.
Es cierto que esto, como tal, no es nada extraordinario. Hay personas que
te son familiares desde el primer momento.
La verdad, es que fue una “bocanada
de aire fresco”. De hecho, al dia siguiente, tenía esa sensación de haber
disfrutado, durante una hora y media, de alguien con una personalidad
arrolladora y apasionada, muy apasionada.
Pero había algo más. Hasta hoy, pasados varios días, no he sabido reconocer
lo que me provocó Almudena Grandes. Reconocí en ella a alguien muy importante
para mí: reconocí a mi amiga.
He compartido con mi amiga casi 30 años. A lo largo de más de 20 nos hemos
visto cada día, salvo los meses que estuve en Bologna. Los momentos vividos han
sido múltiples e intensos. No los voy a explicar, pero reiríamos mucho. En los
últimos diez, a pesar de no mantener la
relación con tanta intensidad, cuando nos veíamos parecía como si hubiésemos
dejado la conversación ayer. Para ser gráficos, escuchad “Juan y José”, una canción de J. M. Serrat. Seguro que me
entenderéis.
En junio quedamos para cenar. Se iba de vacaciones y nos queríamos
despedir. No fue una cena como las de siempre. Mi amiga estaba inquieta.
No se encontraba bien. Incluso me llegó
a pedir disculpas “per no haver rigut tant com acostumem a
fer”.
Al cabo de un mes le diagnosticaban un cáncer.
La vida te da una vuelta y “te cuelga de un tenderete cogida por dos
pinzas”. Porque a pesar de haber vivido muchas pérdidas, con ésta no cuentas.
De hecho, nunca te la planteas.
Ayer la felicité. Podria decir por su cumpleaños, por su santo, pero no. La
felicité por su valentía. Por su sonrisa “guapa” que te muestra cada día. Por
la pasión que transmite en cada gesto de sus manos. O de sus ojos. Porque la
vida, a pesar de que se nos escapa día a día, se disfruta instante a instante.
Hace poco le dije: ”ets valenta amiga”.
A lo que me respondió: “venint de
tu és un elogi”.
Os puedo asegurar que la demostración diaria de solidez, de fortaleza, de
arrojo, de rebeldía frente a los golpes bajos de la vida, es un ejemplo. Me
recordó a la protagonista de El Corazón Helado,
Raquel Fernández Perea.
Eso es lo que me recordó el viernes. Esta mañana se lo he contado, pero
creo que no me ha entendido.
Básicamente, esto es lo que te quería decir.
“Ho has entès ara, amiga?”
L’Hospitalet, 18 de noviembre de 2014