A nosotros nos llaman, o mejor dicho, nosotros mismos nos llamamos un país de “charanga y pandereta”. Pero cuando giramos nuestra vista a la izquierda, si nos situamos mirando hacia los Pirineos, y vemos lo que ocurre en nuestro país vecino Italia, la verdad es que nos quedamos cortos.
Hace muchos años ya que la política italiana se arrastra por grandes ciénagas, por lodos densos e interminables, de los que de vez en cuando, intenta desprenderse con iniciativas varias pero que acaban sucumbiendo. Según dicen, por causa del sistema electoral.
Ahora se erige una nueva figura, al parecer un nuevo líder, un personaje atrevido (prefiero el catalán “agosarat”: Walter Veltroni, actual alcalde de Roma. Creo que la palabra "agosarat" es más indicada). Pretende cambiar lo establecido con una actitud rebelde y segura. No dudo que sea esta su intención pero debemos dejar pasar el tiempo y comprobar que su actitud no era una simple estrategia electoralista. Decepcionaría mucho.
Porque lo cierto es que la ciudadanía necesita de líderes que encabecen una opción con convicción y seguridad. Líderes como J.L. Rodríguez Zapatero.
Y muchos me diréis o pensaréis que “se me ve el plumero”. Pues sí. No sé vosotros pero yo tengo claro que una persona que se atreve a desafiar a la primera potencia mundial E.E.U.U., una persona que se atreve a equiparar derechos de colectivos que hasta ahora estaban relegados o ignorados, una persona que lidera un equipo de gobierno con la sensibilidad suficiente para proteger a aquellos en graves situaciones de dependencia... y así, muchas otras iniciativas que se han llevado a cabo y que han supuesto mejoras sociales considerables merece un reconocimiento.
Es evidente que es mejorable, que faltan compromisos por cumpli, etc, pero es innegable el esfuerzo que se ha hecho y ahora, en las próximas elecciones que se celebraran en marzo toca reforzar esta forma de hacer política con honestidad y lealtad institucional.
Es cierto que algunos prefieran no votar, o votar en blanco, pero creo que todos deberíamos hacer un ejercicio de sinceridad con nosotros mismos y reconocer que sólo con un gobierno cohesionado, progresista y de izquierdas como el actual se puede progresar en términos de igualdad y justicia, principios ambos de la socialdemocracia.
Dudo seriamente que un gobierno de derechas como plantea Rajoy y los suyos sea capaz de enfrentarse a las grandes potencias para imponer un criterio coherente. Dudo mucho que ni tan siquiera sea capaz de reconocer sus errores aunque estos sean evidentes.
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