Estamos sumidos en un estupor ante los sucesos que, desde hace meses, merman la confianza de los ciudadanos en ”los políticos”, que no en LA POLÍTICA.
Si nos vamos al Diccionario de la Lengua María Moliner y buscamos la palabra “política”, podemos leer una serie de acepciones, antónimos, sinónimos, palabras derivadas, etc. que te hace pensar y mucho. De todas, me quedo con: “Arte de y actividad de gobernar un país (…)”.
Y si buscamos “Político”. El adjetivo entendido en sentido positivo es aquél que se refiere a “personas y a su lenguaje o acciones, hábil para tratar gente o para manejar los asuntos en que hay que tratar con gente”.
Existen muchas acepciones positivas, constructivas, ilusionantes, creativas, pero en todo caso, lo que debe regir en todas ellas es la ÉTICA.
Dicho esto, leemos en la prensa que se abre de nuevo un frente. Ahora toca la Ley Electoral y ello con la finalidad de luchar contra el absentismo, desapego, desidia y cansancio de los ciudadanos en los políticos, en las elecciones y en todo lo que suene a ir VOTAR.
Aunque sea políticamente incorrecto decirlo, el COMPROMISO FÉRREO y al final el acuerdo de los partidos en una Ley Electoral para Catalunya no creo que sea la única solución.
En consecuencia, abrir el melón de la negociación de esta nueva Ley ha de ser para cerrar la cuestión de forma positiva y fructífera. En caso contrario se agudizará el desencanto de la gente. Los ciudadanos pueden pensar que se trabaja a golpe de efecto de un interés creado por algunos. Puede ser contraproducente. No sólo contraproducente, puede ser demoledor para nuestra credibilidad si no se llega a un acuerdo.
Creo, y lo digo con toda humildad que, sólo volveremos a navegar bien por la democracia si el frente común de todos es trabajar en la transparencia desde la transparencia. Pero para ello es necesaria la complicidad de todas las formaciones políticas, de todos los agentes sociales y de todos los agentes económicos. También de los medios de comunicación. Cómo no!
La transparencia pasa por varias facetas. Si se quiere por una Ley Electoral. Pero en cualquier caso, entiendiendo que la transparencia debe pasar por: los que gobernamos tener con actitudes claras, (como ocurre en la gran mayoría de administraciones públicas); los que están en la oposición, olvidándose de despreciar la acción de gobierno con críticas destructivas para conseguir un electoralismo barato y populista y pretender desgastar al contrario basándose en palabras insidiosas y más que dudosas.
Igual que se nos ha de exigir que los gobiernos sean claros y transparentes, también la oposición lo debe ser.
Y lo digo porque es nocivo para la democracia crear la ficción de malas prácticas en los gobiernos; decir o poner en duda la forma de actuar de un gobierno también desgastan la ciudadanía; o decir cosas sin decirlas, poniendo el concepto y no la palabra, dejando un velo de ilicitud en el aire; o hacer creer que existen conspiraciones judeo-masónicas, o mal praxis por parte de determinados gobiernos para desgastarlos, sin decirlo expresamente sino de forma velada.
NO ES DEMOCRÁTICO. Y merece el desprecio de la sociedad democrática.
Pero también la utilización de la información por parte de determinados medios de comunicación a su antojo, sin basarse en la objetividad sino respondiendo a intereses políticos o económicos espurios es despreciable. ES DELEZNABLE y en ningún caso, se puede considerar DEMOCRÀTICO.
Y hasta que no se tenga claro que TODO NO VALE y que la democracia se sustenta sobre valores éticos y principios que, como se ha demostrado, son frágiles, no mejorará la situación. Primero porque tenemos una democracia joven y, segundo, porque hemos creído que esos principios eran eternos e infranqueables, sin que los hayamos dotado de protección.
Difícilmente regeneraremos la confianza de los ciudadanos en nosotros.
Es la actitud de las personas, el respeto a los pactos, el respeto al otro sin trampas, sin argucias y todo por el interés general y el bien común. Esto es lo único que puede proteger nuestra DEMOCRACIA de los ataques en la línea de flotación que está recibiendo, principalmente de esta “Derechona” impresentable, que lo único que pretende es dividir a la izquierda para volver al poder.
Y aquí quiero romper una lanza por las personas que son de derechas y que para nada comparten las formas de actuar de esta “derecha” de Rajoy, de Aguirre, de Camps que desprecia los valores y principios. De esta derecha que ante casos tan flagrantes como “el caso Gürtel” los niega o pretende salir airoso cuestionando, por ejemplo, las escuchas SITEL (escuchas que, por otra parte, fueron instauradas en la época que gobernaban. Todo es tergiversar, como en su día lo hicieron con los “hilillo de plástico” en el hundimiento del Prestige para tapar la tragedia).
La irresponsabilidad de estos individuos es de tal calibre que van acabar demonizando la política y, por ende, la sociedad. Y esto no lo podemos permitir.
La Ley electoral catalana puede ser un medio para volver la confianza de los ciudadanos en sus representantes políticos, pero sólo un medio. Requerimos de más acciones y tomar la iniciativa como lo está haciendo el Gobierno de la Generalitat.
Sólo desde un sentido de Estado, desde la convicción, con soluciones firmes y contundentes contra todas estas actitudes y, por descontado, desde un frente COMÚN preservaremos nuestros valores y principios democráticos, nuestros derechos constitucionales, derechos que tanto nos costó llegar.
SOLO ASÍ PODREMOS DAR UNA NUEVA OPORTUNIDAD A LA POLÍTICA PARA NUESTRA SOCIEDAD. NOS LO MERECEMOS
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