Estamos en el último dia de
campaña electoral al Parlamento Europeo 2014 y hemos podido oír, a través de los
medios de comunicación, todo tipo de comentarios cuya entonación iba muy acorde
con la ideología del que lo emitía.
Pero es cierto que en todos subyace una conclusión: la participación puede ser inferior, incluso a las
anteriores eleccions. Sería un desastre.
Reconozco que siendo militante la
motivación en éstas, como en todas las elecciones, es inherente a mis
sentimientos, a mi forma de pensar y de actuar. Reconozco que vivo
profundamente las contiendas electorales, igual que vivo la política: con
pasión. A mi entender, acudir a la urnas en una contienda electoral es la forma
más válida y democrática –hasta ahora conocida- para hacer valer nuestra
elección de qué tipo de política queremos que rija nuestras vidas. Eso es la
democracia, y precisamente ella, nos permite fraguar acuerdos, tejer relaciones
y consensos, aceptar, en definitiva las voluntades mayoritarias.
Pero tambíén entiendo el hartazgo
de la gente de los partidos, de los políticos… de todo. Lo entiendo porque son
momentos muy difíciles, y es fácil caer en la resignación y simplemente aceptar
que las cosas han cambiado para mal. Pero lo que en ningún caso puedo aceptar es
que no podamos cambiarlas de nuevo.
Los socialistas, la gente de
izquierdas, hemos tenido malos momentos. Pero a lo largo de nuestra historia
hemos sabido superarlos, y si hay algo innegable es que hemos contribuido positivamente
a transformar la sociedad. Lo hemos hecho, por convicción, y lo continuaremos
haciendo.
El pasado miércoles en Barcelona
los socialistas catalanes, españoles y europeos volvimos a vibrar. Vibramos, no
con populismos, ni con ganas de fragmentar, vibramos con los pensamientos e
ideas que fueron fluyendo a lo largo del encuentro. Esa es la izquierda que
construye puentes.
Por cierto, un pequeño apunte: la
izquierda que busca el trasvase del voto, de una a otra formación, se equivoca.
Esto no es la primera vez que ocurre y siempre ha salido mal. Lo único que ha
conseguido ha sido la atomización de la izquierda. Por eso, no entiendo y me
sorprende que algunas formaciones continúen tropezando con la misma piedra (quiero
creer que es por olvido, no quiero pensar
que sólo les motive un rédito electoral).
Reconozco que no soy partidaria
de pedir el voto útil porque produce desencanto en la gente. Y creo que se
puede defender la postura de la izquierda fácilmente. Las opciones son claras y
diáfanas: hay que ir a votar para expresar nuestro desencanto y nuestra
voluntad de cambiar las cosas.
No ir a votar es dejar al albur
de las circunstancias nuestro futuro y el de nuestros hijos. Y eso es injusto. Sobre
todo para ellos. Lo veo así.
No participar implica que las
amenazas de una futura Europa repartida entre dos naciones, Francia y Alemania,
se consolide. Es una aberración ya que es una visión excluyente para el resto
de paises.
No ir a votar implica que las
amenazas de un futuro de convenio entre la UE y EEUU que excluya a los paises
del sur, consolidando una Europa de dos velocidades, es posible.
Por ello hemos de participar. Con
nuestros votos tendremos la fuerza que necesitamos para conformar la futura
Comisión Europea y que nadie se atreva a “colarnos un gol”, nombrando un
Presidente de la Comisión Europea por la puerta de atrás. Porque en las
próximas elecciones aquel que más votos obtenga será escogido Presidente de la
misma.
El propósito de Merkel de poner
“a dedo” a su candidato preferido (Juncker) -que no candidato electoral ya que no
se presenta… ¡increible pero cierto!-
es factible si no vamos a votar.
Votemos porque no nos podemos
amedrentar ante la actual realidad.
Y apelo al sueño europeo que
hemos vivido hasta ahora. Dos ejemplos, si queréis, un poco materialistas. Fui
estudiante Erasmus en Bologna en el 91. Y como ciudadana de L’Hospitalet, se la
inversión de fondos europeos que se ha hecho en mi ciudad, como en tantas otras
ciudades del país. Dos ejemplos banales, pueden
pensar algunos. Pero representativos del sueño del que os hablaba.
Un sueño que ha sido posible y
que ahora exige un paso más: una Europa Federal. Los europeos somos muchos y
muy diversos. Y por ello tenemos que ser exigentes con nuestros representantes
en la Unión Europea y exigir que se establezcan verdaderos espacios de
entendimiento y consenso que entrelacen voluntades, para impulsar acciones
comunes que contribuyan en la construcción de una Europa justa, solidaria y
generadora de oportunidades.
L’Hospitalet, veintitres de mayo
de dos mil catorce.
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