Ayer, a las 7 de la
mañana, debatíamos mi hija Berta y yo sobre el tema candente, creo que de la
década: la sucesión del Rey Juan Carlos I. Berta, una chica de 15 años, me
planteaba qué sentido tenía vivir con una monarquía parlamentaria como modelo
de estado, si los momentos son otros.
Los que me conocen
saben que acostumbro a recurrir a mis vivencias personales, o mejor dicho,
familiares, para explicar mis pensamientos.
No puedo negar que
las influencias de Berta son las que son. Y he de añadir que su fuerte
personalidad y la franqueza con la que transmite sus convicciones, que las
tiene y mucho, han servido para tener debates de fuerte contenido político, en
los que los pensamientos de izquierdas subyacen constantemente. Y me planteaba:
“no acabo de entender que los socialistas optéis por un modelo arcaico y fuera
de lugar. Esto de los reyes y los príncipes no toca”.
Es cierto. El
modelo de estado, hoy en día, no se ajusta al modo de vivir y de pensar de la mayoría
de jóvenes.
Unos jóvenes, por
cierto, de los que se nos llena la boca a todos, a todos, cuando los
visualizamos como nuestra esperanza de futuro y que, sin embargo, sufren una de las peores situaciones generadas por la crisis en un desamparo total.
Después de 40 años de construcción del estado de bienestar, se encuentran con que las políticas públicas para la juventud están "missing", es decir, han desaparecido de la agenda del gobierno. Aquellos que tienen las competencias, Estado o
Generalitat, y la responsabilidad de mejorar sus condiciones de futuro, están
mirando hacia otro lado.
Y ayer, en
concordancia con el planteamiento de Berta, la noticia de la abdicación nos
hizo remover las esencias del republicanismo a aquellos que hemos soñado con
una sociedad igualitaria, justa, solidaria y socialmente preparada para encarar
el futuro.
Es momento de plantearnos
algo más que el modelo de estado que
queremos, si monárquico o republicano. Es momento de pensar qué democracia
queremos. Tenemos una democracia que merece un “pacto constituyente” como el
que llevó a la Constitución del 78. Reconociendo el papel de la transición a lo
largo de estos más de 40 años y, desde luego, el papel que jugó la monarquía.
Decía Antón Losada
ayer: “Aquí somos de pocas reformas. Lo que nos gusta de verdad es el derribo”.
Quiero creer que no, Antón, aunque reconozco que más de una vez lo he pensado.
El lunes, el Primer
secretario de las juventudes del PSC, Javi López pedía “República ya”.
Y creo que este
momento ha llegado. Somos una sociedad diferente y hemos de acercarnos a lo que
realmente somos y, sobretodo, a lo que queremos ser.
Los socialistas
propugnamos una reforma constitucional para ir hacia un Estado Federal de
España. Y creo que este es el debate. Un debate hecho desde la prudencia, pero que
hemos de poner sobre la mesa: si queremos República o Monarquía. Pero, sobre
todo, si queremos una DEMOCRACIA sólida y fuerte. Ahora bien, hace
falta reposar las ideas y debatir. Hace falta que nos sentemos, hablemos y
lleguemos a acuerdos.
La transición española,
aunque algunos la critiquen, fue modélica. Resolvió y cerró heridas. Es cierto
que no todas y que algunas no han cicatrizado del todo. La prueba es que aún
arrastramos los daños sufridos a lo largo del franquismo. Pero hemos de mirar
al futuro y cerrar, esta vez sí, las heridas.
Y para ser
coherente con lo que surgió de la Conferencia del PSOE de noviembre del 2013, creo
que Felipe de Borbón ha de tener un papel. Sí, un papel, pero de transición.
Igual que lo tuvo su padre. Pero en este caso, hacia un Estado Republicano y
Federal.
Por ello, reconocer
expresamente la contribución de Juan Carlos I en la instauración de la
democracia es esencial. Hemos de reconocer el papel de la monarquía para la
“estabilidad y equilibrio”, que decía Losada, de España. Pero ahora toca
rehacer los lazos de confianza entre las instituciones democráticas y la ciudadanía.
Tendremos que
sentarnos, debatir y pactar. Y después votar. Sólo así conseguiremos un estado
sólido y moderno, con una estructura federal que nos permita el reconocimiento
de cada uno de nosotros en el nuevo Estado español.
Así como el socialismo español, en la
Conferencia celebrada en Madrid el pasado noviembre, reconocía la figura de la monarquía
en la persona de Juan Carlos I y apoyó el actual modelo de estado, ahora los ciudadanos nos exigen un paso adelante.
Sentémonos, pues, y hablemos del modelo de estado que queremos.
Yo lo tengo claro: quiero un estado federal
español que nos permita continuar entretejiendo complicidades entre nosotros
con la finalidad de conseguir un futuro conjunto en democracia.
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