Con motivo de las elecciones en Uruguay, leía un artículo sobre Múgica, el
Presidente saliente que cuenta con un 65% de popularidad y que ha dejado huella,
parece ser que por su carácter. Él cambió "la intransigencia por el
pragmatismo sin perder su sensibilidad popular" (que no
"populismo").
El otro día, con un grupo de vecinos, hablábamos de las formas de hacer
política. Me preguntaban: "si yo tuviera un problema, ¿serías accesible? ¿Aunque
fuera personal?".
Efectivamente, la representación de los vecinos y vecinas tiene que ser
cercana. Y más en el mundo local. La proximidad tiene que ser el ADN de los que
quieren dedicar una parte de su vida a la política activa. Los ciudadanos
tienen que saber que si llaman a las puertas del ayuntamiento, alguien les
responderá.
Aunque algunas veces no les podamos dar soluciones a sus problemas.
Últimamente, la continua desacreditación institucional que sitúa el punto de
mira sobre el mundo local, atacado por ideologías retrógradas que pretenden
volver a un pasado autárquico, hace necesario más que nunca poner en valor el municipio.
Si, porque es en los municipios donde recae el poder político de los
ciudadanos. Son la esencia democrática que configuran, como entendía J. Pallach,
las vertebras de un estado federal. Y no hemos de olvidar que estas vertebras
protegen la médula de la convivencia, que al fin y al cabo, es la que permite e
impulsa la cohesión social.
Los pueblos y ciudades son el vínculo, son el sentido en el que descansa la
voluntad colectiva. Es en los pueblos y ciudades donde nos identificamos más
con las políticas públicas destinadas a cohesionar su ciudadanía, a promover la
igualdad de oportunidades, a estrechar lazos entre, y con, sus ciudadanos.
Ayer hablaba con un vecino de cómo veíamos el
futuro. También el futuro de las ciudades. Decíamos que era evidente que no
volveríamos al paradigma de hace 10 años. Por eso, tendremos que dibujar nuevas
ciudades y pueblos en los que la inclusión social sea el objetivo, como hasta
ahora, pero de otro modo.
Se nos abre un nuevo camino, y creo que sólo
desde la definición colectiva de la ciudad que queremos, conseguiremos unas
ciudades sólidas y con capacidad de respuesta. Y en este punto, la
participación de los vecinos y vecinas tiene que ser pilar fundamental del
proceso. Donde las decisiones, aunque vengan del gobierno, sean vividas por la
ciudadanía desde un sentimiento de pertenencia.
Por cierto, vuelvo a ser regidora del
Distrito I de mi ciudad. Y tengo que decir que, aunque no lo he dejado de hacer
a lo largo de estos años, reencontrarme con esta responsabilidad ha sido una
verdadera satisfacción.
De hecho, el territorio, la gente, es el que da
sentido a ser representante político. Así lo he vivido siempre, desde el 2007,
cuando empecé.
La mejor política es la que se hace en el
territorio, porque se puede palpar, porque se puede vivir, porque es lo que da
sentido a la misma política. Creo que sólo desde ciudades fuertes y, por lo
tanto, desde gobiernos municipales sólidos, podremos reconstruir también un
país sólido. Y la solidez la da este sentimiento de pertenencia de las
instituciones a los ciudadanos.
Y no nos olvidemos de Europa. También
necesitamos una Europa sólida. Cómo decía, Joan Reventós hablando de ella,
"como un sistema de ciudades y colectividades territoriales, que tienen
que continuar e intensificar un diálogo constituyente y de colaboración para
consolidar la pirámide federativa europea".
Sólo si somos capaces de volver la confianza
a los ciudadanos hacia los poderes públicos, volveremos a reconstruir y
vertebrar el país. Tenemos que reavivar este sentimiento de pertenencia de
nuestras instituciones públicas, de nuestra ciudad, y por supuesto, nosotros
como representantes, estar a la altura.